(Atención, esta historia es muy larga, si te sientes perezoso no hace falta que la veas).
Es sabido por todos que
los niños poseen una imaginación prodigiosa por el simple hecho de ser
niños, dales una caja vacía y harán de ella una nave, un auto o hasta
desearán vivir en ella, miramos con ternura como se divierten
descubriendo el mundo y examinando aquellas cosas que desconocen, hasta
es posible que noten algo que nosotros no.
La siguiente historia me la contó mi abuelo, ustedes podrán leer un
poco más de él en otra historia que escribí. Él es un hombre campesino hecho y
derecho, nacido y criado entre los cerros de la Sierra Madre del Sur.
Cuando el era un niño abundaban las leyendas e historias de seres
extraños y peligrosos, algunos robaban niños, mientras que otros hacían
que los borrachos olvidaran donde estaban y cuando entraban en razón se
hallaban caminando hacia su muerte en la cima de un escarpado cerro. Los
niños crecían con un constante temor a lo que pudiera haber afuera del
pequeño pueblo, a las penumbras que señoreaban las oscuras calles de la
comunidad a la que aún no llegaba la energía eléctrica.
En una ocasión mi abuelo jugaba entre la maleza y los árboles junto
con algunos niños y su prima, comenzaba a oscurecer pero allá nada
significan los números en el reloj, la gente duerme cuando tiene sueño y
se levanta cuando cantan los gallos, así que los despreocupados
infantes corrían descalzos por el árido suelo pisando hierba seca y
golpeándose con varas que encontraban, como Dios manda. Mi abuelo se
apartó de los demás chicos por un momento y por simple capricho del
destino se quedó observando el camino, era una pequeña vereda formada
por el constante paso de caballos y burros, realmente no era muy larga
pero parecía extenderse más allá de la vista, y se perdía entre los
matorrales y los cercados de alambre de púas, aquellos que los
campesinos colocaban para que el ganado no entrase a los terrenos de
cultivo y arrase con todo a su paso.
El pequeño estaba a punto de dar marcha atrás y regresar con sus
amigos cuando notó algo a la distancia, muy a lo lejos veía una figura
que avanzaba de forma miserable hacia su posición, casi como si
estuviese herida, conforme se acercaba podía apreciar más detalles.
Tenía el pelo largo, seguro que era mujer, muy delgada, el pelo
alborotado y vestiduras blancas, pero había algo más, sus piernas no
eran normales, éstas se encontraban dispuestas de una forma tan extraña
que inmediatamente causó pavor en el niño, estaban cruzadas en forma de
equis y caminaba igual que un compás marca distancias sobre una hoja de
papel, lo más asombroso era la velocidad a la que iba en esa posición,
era como si estuviese corriendo movida por el más básico instinto de
devorar o asesinar a lo primero que viera. El niño no lo pensó dos
veces, regresó corriendo a donde estaban sus amigos y tomó a su prima
fuertemente de la mano para correr con ella lo más rápido que sus
piernas le permitiesen, sus ojos empapados en lágrimas se enfocaban
únicamente en las tenues luces de las lámparas de petróleo del pueblo,
su prima entendía que algo malo pasaba pero aún no era capaz de observar
que era aquello de lo que escapaban.
- ¡Gabriel! ¿qué pasa? ¿porqué corremos?
- ¡Nos viene siguiendo, no te detengas!
Al llegar a su casa, el pequeño Gabriel cerró con fuerza la
improvisada puerta de madera de la humilde construcción de adobe y se
tiró al suelo sollozando, su madre rapidamente fue a él y lo levantó
mientras que asustada le preguntaba que había sucedido, el chico contó
con detalles todo lo que vió, describió la apariencia del extraño ser y
lo rápido que corría, pero había un detalle, nadie más lo había visto. A
la mañana siguiente el jovencito se apresuró a preguntarle a todos sus
amigos si habían visto a aquella horrenda aparición tambien, pero todos
lo negaron rotundamente, quizás fue su imaginación, o tal vez lo que vio
no fue sino a un poblador severamente afectado por el alcohol, cosa que
no escaseaba en el pueblo. De cualquier manera fue un suceso que no
significó mucho, pasó el tiempo y el mundo se volvió cada vez menos
misterioso, llegaron compañías de electricidad y de repente las calles
le habían sido arrebatadas a las tinieblas nocturnas, llegaron escuelas y
los niños aprendieron que los eclipses eran sucesos naturales y dejaron
de esconderse cuando sucedían, el pueblo perdió un poco de misticismo y
superstición.
En una ocasión mi abuelo, ya casado y con una abundante cantidad de
hijos, se encontraba de regreso de un poco exitoso día de pesca, de la
mano traía a una de sus hijas de unos 7 años y juntos caminaban a la
orilla de la playa rumbo a su casa, debían de ser las 7 de la tarde pues
el sol comenzaba con su rutinario declive y sus últimos rayos arañaban
el horizonte, tornando el cielo de un hermoso color anaranjado, por
momentos con una leve tonalidad púrpura. La playa estaba completamente
vacía y ellos dos eran los únicos hasta donde el ojo humano podía
alcanzar a ver. Repentinamente la pequeña apretó la mano del pescador.
- Papá, quiero irme a casa.
- Ya vamos para allá mi amor, en un rato más llegamos.
- Pero yo quiero irme ahora.
- Nos falta un poco más ¿no me dijiste que te gustaba la playa?
- Si, pero me da miedo esa señora, camina extraño.
El hombre volteó tras de si extrañado, a lo lejos la playa se
extendía a muchos kilómetros pero no alcanzaba a ver nada. Su hija
tiraba con fuerza de su camisa mientras se ocultaba de lo que tanto la
asustaba.
- ¿Qué ves?- dijo Gabriel a la pequeña.
-Rápido papá, vámonos. Ella viene hacia nosotros, es una señora de
blanco, tiene los pies cruzados y camina muy rápido. Tengo miedo.
Sólo bastaron esas palabras para que un maduro hombre de 40 años
levantara a su hija en sus brazos y huyera corriendo con un intenso
terror. La temperatura de la cálida costa descendió drásticamente y
Gabriel sentía como una presencia puramente malvada se acercaba
velozmente, aunque lo que más lo aterraba era lo familiar que le
resultaba esa presencia. Al llegar al pueblo sintió con alivio como esa
malévola sensación de ser perseguido se esfumaba, entró a su hogar,
cerró con fuerza la improvisada puerta de madera de su casa de adobe y
se tiró al suelo jadeando, su esposa rapidamente fue hacia él y lo
levantó mientras asustada le preguntó que le había sucedido, ésta vez
Gabriel no dijo nada, pidió una copita de mezcal y le explicó a su mujer
que un perro los perseguía, de cualquier manera no había visto nada en
realidad.
Mi abuelo me contó esta historia hace mucho, de hecho fue hace tanto
tiempo que no la recordaba, no fue sino hasta hace unos días que vino a
mi mente a raíz de un curioso acontecimiento. Me encontraba caminando
por la calle con mi sobrinito de 4 años, habíamos ido a comprar unas
cosas para su escuela y comíamos helado de regreso a casa.
Repentinamente sentí como su pequeña mano apretaba con fuerza la mía y
con su tierno dedo apuntó a un terreno baldío.
- Tío ¿tú conoces a esa señora de allá? No me gusta como camina, sus pies están como cruzados. ¿Podemos irnos?
No había nadie allá. Jamás había corrido tanto en mi vida.
¿Real o Ficticio?
Lo único que pienso es en la imaginación tan excesiva que tiene aquel niño. Puede que sucedieron los hechos, pero no de la forma que narra la historia, pero diré que esta historia es Real.
Bienvenidos amantes de lo sobrenatural. En este blog titulado "Historias Junto al Fuego", os enseñaré la parte más oscura de la realidad o la ficción y además os enseñaré historias horripilantes para una buena noche de acampada junto a una fogata con vuestros amigos y familia. Al final de cada historia, escribiré un pequeño texto para decir si creo que las historias son reales o ficticias y explicar brevemente el porqué.
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